Hubo una época en la que DreamWorks era (después de Disney/Pixar) el segundo estudio de animación más poderoso y taquillero gracias a franquicias como “Shrek”, “Madagascar” y, por supuesto, “Cómo Entrenar a tu Dragón” (How to Train Your Dragon), una de sus historias más redonditas y aclamadas después del éxito del ogro verde. Ya sea solo o acompañado, el director Dean DeBlois siempre le hizo honor a las novelas de Cressida Cowell, y muy a pesar de desviarse de su historia original. Ahora vuelve para la tercera entrega y un cierre bien arriba que bien valió los cinco años de espera.
Y sí, DreamWorks ya no es lo que era y los problemas internos de la compañía fueron retrasando el estreno de esta adaptación. Por suerte, las nuevas aventuras de Hipo/ Hiccup (Jay Baruchel) y Chimuelo/ Toothless ya están entre nosotros con una parva de dragones, nuevos villanos y un mundo escondido que es mucho más que su utopía vikinga.
Después de los sucesos de la secuela de 2014, y recuperar a su mamá Valka (Cate Blanchett), Hipo se convirtió en el jefe de Berk, una aldea donde los guerreros nórdicos conviven con sus ex enemigos alados sin ningún tipo de problema. Como casi en todas las etapas de su vida, al joven vikingo lo acompañan las inseguridades, las cuales parecen desaparecer cada vez que monta en el lomo de su mejor amigo desdentado.
Más allá de las reticencias del fallecido Estoico/Stoick (Gerard Butler) y las locas ideas de su hijo, Berk se convirtió en albergue para los dragones, ahora bajo la “influencia” de su nuevo Alfa (Chimuelo); pero también en el blanco de los cazadores furtivos que no abrazan esta nueva forma de convivencia y prefieren perseguir a estas hermosas bestias como deporte. Entre ellos está Grimmel (F. Murray Abraham), un experto en la materia conocido por ser el responsable de la (casi) extinción de los furia nocturna.
Nosotros sabemos que todavía queda uno de estos bellos animales en existencia, aunque para sorpresa de Hipo y del propio Chimuelo, pronto van a descubrir que no es tan así ya que el arma más poderosa que el villano tiene para esgrimir (entre muchas otras), es una hermosa hembra de Light Fury, una versión blanquecina y brillante que lo vuelve loco desde el primer momento.
Como todo enamorado, Chimuelo es pura torpeza y desconcentración, factores que agravan la inseguridad de Hipo a la hora de enfrentar el liderazgo y resguardar a la suyos de la ira de Grimmel y los cazadores. Berk ya no es un refugio viable, y el joven pone sus ojos en el “Mundo Perdido”, un supuesto albergue donde se originaron los dragones, parte de una leyenda que su papá le contaba de chiquito.
Así, “Cómo Entrenar a tu Dragón 3” (How to Train Your Dragon: The Hidden World, 2019) se convierte en una cruzada personal para Hipo que debe tomar decisiones mucho más importantes para el futuro de su gente, y el propio, teniendo en cuenta que los dragones no pueden ni deben convertirse en simples mascotas. El joven tiene que darle paso al adulto, y no sólo pensar en la siguiente aventura junto a sus compañeros.
Con la llegada de la Light Fury, a Chimuelo también se le abre todo un mundo de posibilidades desconocido hasta ese momento. Un mundo que lo puede apartar de su mejor amigo humano, pero acercarlo mucho más a los de su especie. Todas son decisiones imposibles, pero el guión de DeBlois logra el equilibro justo y las respuestas correctas, cerrando esta trilogía a pura épica fantástica, romance y humanidad para sus protagonistas, sin necesidad de recurrir a golpes bajos.
Visualmente impecable, como sus antecesoras, más el plus de la banda sonora de John Powell, “Cómo Entrenar a tu Dragón 3” es pura acción desenfrenada, humor y ternura cando se trata de cortejo, muy al estilo de Wall-E y Eve (sí, había que decirlo), pero con más alas y fuego de por medio.
Lo mejor de esta saga es que nunca juega a lo seguro ni desestima a sus espectadores, mucho menos a los más menudos. Ni la tragedia ni el humor más negro son gratuitos, demostrando las grandes habilidades y los talentos de su realizador, un artista con relativamente poca experiencia en la materia, más allá de esta franquicia y la genial “Lilo y Stitch” (2002). En este caso, se vuelve a apoyar en las características de cada uno de sus personajes y en el aspecto visual, en muchos casos, prescindiendo completamente de los diálogos para dejarle el lugar a las imágenes y los sonidos, la majestuosidad de los escupefuego (y una variedad interminable), y la belleza de los paisajes, que no tienen nada que envidiarles a las sagas fantásticas live action más exitosas.
Esto es Hollywood y nada se termina para siempre así que, seguramente, en pocos años volveremos a ver el regreso de esta dupla inseparable de jinete y dragón. Mientras tanto, DeBlois cierra el ciclo en lo más alto, resaltando cada una de las características de su saga animada: mucha acción, corazón, un poquito de mitología escandinava (acá adornada con muchas referencias a “Game of Thrones”, ¿será por el regreso del Eret de Kit Harington?), personajes bien construidos y relaciones inalterables. Tal vez, estira demasiado ciertos momentos y la trama no tiene la complejidad de sus antecesoras, pero el realizador decide concentrarse en los protagonistas y sus resoluciones, una apuesta que bien rinde sus frutos en el conjunto de la historia.