Todos conocemos el escenario típico de los juegos de terror: el protagonista debe encontrar la salida de un edificio laberíntico mientras es acechado por el horrible monstruo que lo persigue. Pero, ¿qué pasa cuando se invierten los roles? ¿Qué pasa si nosotros somos ese monstruo horrible? Esa es la premisa central de Carrion, el juego que Phobia Game Studio nos ofrece; y bien vale la pena ser el maloso de esta historia.
Una cosa que siempre me ha interesado de los videojuegos es cuando éstos ponen de protagonista a un personaje inusual. Puedo recordar al viejo The Ooze de Mega Drive, en el que controlábamos a un charco mutante que fluía por los niveles; o más recientemente (bah, de 2015) a Mushroom 11, un interesantísimo plataformero de ingenio en el que nuestro personaje principal era una masa de hongos que podía alterar su forma para navegar cada escenario. A este exclusivo club de primeros actores nada genéricos se les suma la horrible criatura que estelariza Carrion: una masa de carne y tentáculos plagada de ojos y dientes que escapa del contenedor en el que estaba atrapada, en lo más profundo de unos laboratorios subterráneos. Es hora de la venganza.
Carrion es “un juego de terror a la inversa” en el sentido de que, en esta oportunidad, nosotros somos el monstruo horrible que debe eliminar a los humanos. Nuestra masa amorfa es mucho más ágil de lo que uno supondría, pudiendo desplazarse en todas direcciones mediante el uso de sus tentáculos. Controlar a este bicho se siente un poco extraño al principio, pero bastarán unos pocos minutos para apreciar la fluidez del inusual ser. También podremos usar nuestros tentáculos para agarrar objetos—especialmente rejillas y cajas—y lanzarlos fuera de nuestro camino; aunque también podremos atrapar a esos humanos y devorarlos para recuperar biomasa perdida.
El objetivo del juego es encontrar la forma de escapar de las instalaciones en las que nos encontramos. Esto, por supuesto, no será nada sencillo; el lugar es un verdadero laberinto de pasillos y sub-áreas, y a medida que avanzamos encontraremos más resistencia de parte de los patéticos humanos: personas que cargan pistolas, soldados con metralletas, tipos con lanzallamas, drones de seguridad, y hasta unos temibles mechs, lentos y pesados, pero con suficiente poder de fuego como para dejar a nuestro monstruito como carne picada de oferta. Así descubriremos que los ataques frontales son muchas veces una pésima idea, y por eso debemos aprender a detectar caminos alternos, ductos de ventilación, y otros recovecos en los que podremos ocultarnos hasta el momento de saltar a la ofensiva.
Por supuesto, nuestras habilidades básicas no serán suficientes para sortear todos los obstáculos que se alzarán en nuestro camino a la libertad; por eso a lo largo del viaje nuestro bichito irá obteniendo nuevos poderes de otros contenedores que hallaremos por ahí. Primero que nada, nuestra criatura podrá crecer hasta tres niveles de biomasa. Esto no sólo aumenta nuestra energía en general, sino también nuestro tamaño. Si recibimos mucho daño pasaremos al nivel de biomasa inferior, pero si nos alimentamos lo suficiente pasaremos al nivel superior. También hallaremos muchos huecos en los que plantaremos parte de nuestra biomasa para crear checkpoints que nos ayudarán a recuperar salud y, además, guardarán nuestra partida.
Todo lo anterior es importante ya que todos nuestros poderes dependen de qué nivel de biomasa tengamos al momento de usarlos. Durante el Nivel 1 podremos lanzar una especie de red para atrapar a nuestra presa o activar palancas lejanas; pero en Nivel 2 reemplazaremos esa habilidad por el poder de arremeter con todo nuestro cuerpo; mientras que en Nivel 3 dispararemos una serie de arponazos de carne y dientes que destruyen todo a su paso. Asimismo, en Nivel 1 podremos Camuflarnos para pasar desapercibidos; pero en Nivel 2 podremos generar púas en nuestro cuerpo; mientras que en Nivel 3 crearemos una coraza protectora a nuestro alrededor. Una de las habilidades más interesantes que obtendremos será la de poseer a un humano mediante uno de nuestros tentáculos, tomando el control del bípedo inferior para ayudarnos en nuestra causa, ya sea activando palancas que nos resultaban inaccesibles o, si tuvimos la suerte de poseer a un humano con armas, a despachar a sus compañeros para ahorrarnos la molestia. ¿Y por qué importa saber todo esto? Porque Carrion, en el fondo, es un juego de puzles.
Sí, nuestro camino a la eventual salida estará bloqueado por toda clase de acertijos basados en los objetos del escenario. El juego se siente un poco Metroidvania en ese estilo, debiendo regresar a lugares anteriores para acceder a nuevas áreas una vez que obtengamos nuevos poderes. Siendo ese el caso, es notable la ausencia de un mapa al cual consultar, aunque el juego nos guía sorprendentemente bien de principio a fin. Cada escena del juego puede considerarse como un puzzle; tanto aquellas que nos desafían a encontrar la forma de abrir una puerta bloqueada como también aquellas que nos hacen planificar con cuidado nuestro acercamiento a un área llena de enemigos. En este último caso un solo error puede hacer que todo se salga de control muy rápido, pero por suerte siempre suele haber un punto de guardado cerca. El juego sabe mantener un buen balance entre uno y otro escenario.
El juego también sabe destacarse en el apartado audiovisual. El trabajo a nivel gráfico es formidable para una producción de este género; la forma en la que se mueve nuestra criatura no deja de ser fascinante, y hay un correcto uso de física de objetos durante toda la aventura. La música, por su parte, se mantiene sombría, tensa, siempre bien de fondo para darle ese sabor extra a la experiencia, pasando momentáneamente al frente en los momentos necesarios. Destaco además el uso de efectos de sonido, tanto los de nuestra criatura como la de las víctimas cercanas.
Realmente no creo que Carrion sufra de problemas significativos. A veces el sistema de física puede hacer cosas un poco curiosas con algunos objetos, pero esto no afecta a la progresión del juego. La ausencia de un mapa es una decisión bastante extraña y, aunque realmente uno se acostumbra a navegar por cuenta propia, en más de una oportunidad me sorprendí a mí mismo tratando de ver el mapa que no estaba allí. También hay una deliberada ausencia de indicadores de objetivos, lo cual en realidad es un gran logro, ya que el juego se encarga de hacer notar las cosas que quiere que el jugador note en primer lugar. Tal vez el verdadero punto “flojo” es la relativa corta duración de su historia, que puede ser superada en poco más de 4 horas; pero esto se siente así únicamente porque el juego es tan entretenido que uno querría pasar al menos un par de horitas extra. Más allá de los puntos destacados, Carrion se luce en todo.
Creo que todos estamos de acuerdo en que Devolver Digital mantiene un considerable estándar de calidad respecto a los juegos que publica. Podemos adivinar que cualquier título que salga al mercado bajo el abrigo de su ala protectora será cuanto menos muy entretenido, pero también sumamente original. Carrion es un título digno de Devolver: sale ganando desde casi todos sus apartados, dándole al jugador una experiencia distinta a la que está acostumbrado. Y si acaso la brevedad de su campaña se siente como un detrimento, lo mejor es pensar que lo bueno, si breve, es dos veces bueno; y Carrion es muy, muy bueno.
Arrasé con cuanto humano se interpuso en mi camino durante poco más de 4 horas de juego. Carrion todo lo que estaba esperando de un juego con semejante premisa, y es cierto que, a pesar de que la idea central es explotada tan bien como uno querría, una o dos horitas adicionales hubieran sido bienvenidas. Más allá de eso, estamos ante uno de los títulos más interesantes—o cuanto menos más originales—de este 2020. No lo dejen pasar.