Hace un par de semanas aterrizó en el catálogo de Netflix un nuevo drama zombi. Teniendo en cuenta que The Walking Dead y derivados ya explotaron cada rincón del género, ¿qué puede ofrecer de nuevo una serie del estilo? Por eso sorprende cómo Black Summer consigue despegarse del montón, en parte gracias a su estilo de filmación. Por otro lado, gracias a su estructura fragmentada.
Estamos ante la secuela de Z Nation, aquella comedia que nació para parodiar el drama post-apocalíptico y que encontró un lenguaje propio que le permitió perdurar por cinco temporadas. El punto en común entre ambas series, además del trasfondo zombi, es que son una creación de Karl Schaefer. En lo demás, son muy diferentes.
Los episodios manejan una duración entre 25 y 45 minutos, según lo requiera el guion. En este sentido, en Black Summer no existe el relleno. Es una serie sobre el más puro instinto: el de sobrevivir. Como tal, presenta una narrativa fragmentada que nos cuenta la terrible lucha de distintos personajes.
Como ya dijimos en el análisis del primer capítulo, de la única que nos ofrecen un trasfondo es de Rose (Jaime King). La mujer busca llegar al estadio para reencontrarse con su hija, quien le fue arrebatada por un grupo de militares. De los demás personajes sabemos poco y nada. Aunque podemos reprocharle un poco más de caracterización, es cierto que para la mayoría de los episodios no necesitamos saber algo de este grupo de supervivientes.
Esto último queda claro en “Drive”, el segundo episodio. Lo que vemos consiste en un grupo de personas escapando a toda velocidad en una camioneta, entre las que está la memorable Sun (Christine Lee), uno de los mejores personajes de la serie. La situación es increíblemente tensa y el apartado técnico de la serie lo intensifica: falsos planos secuencia, planos cortos cuanto se amerita, etc. La cámara en Black Summer está hecha para captar la desesperación, el instinto.
Algo similar sucede en el cuarto episodio, “Alone”. El lenguaje del capítulo es la persecución. Las palabras sobran y el propio Lance no tiene tiempo de detenerse ni un segundo, de lo contrario, el zombi veloz lo atraparía. A esta altura, no sabemos nada de Lance. Pero no importa. No empatizamos con personajes, en Black Summer empatizamos con situaciones.
La ejecución de la serie es novedosa. Las técnicas de filmación nos ofrecen puntos de vista envidiables, como desde los ojos del zombi en plena matanza. La fragmentación de los capítulos ayuda a que entendamos la historia como un conjunto de anécdotas sobre la supervivencia. Al final, la serie se desinfla, pero no podía ser de otra forma. Nos atrapa en cada episodio por la adrenalina que manejan los pequeños relatos que los componen. Sin embargo, el cierre deja gusto a nada, porque para que un cierre tenga peso, el viaje tuvo que tener algún propósito. Black Summer no llega a tanto.