Netflix tiene dos clases de películas originales: las que coproduce y distribuye con toda la intención de pasearlas por festivales y entregas de premios como “Roma” (2018), y esas apuestas exclusivas que intentan atraer nuevos espectadores y una repercusión masiva como “The Cloverfield Paradox” (2018). “Bird Box: A Ciegas” (Bird Box, 2018) entre en esta segunda categoría, en este caso, de la mano de un gran elenco y una directora como Susanne Bier (“The Night Manager”).
“Bird Box” es un thriller post-apocalíptico basado en la novela homónima de Josh Malerman, publicada en 2014. Lamentablemente, tenemos demasiada experiencia con este tipo de relatos, de ahí que el argumento del libro, y por ende el de la película, de entrada, ya no nos resulta tan novedoso.
La cosa arranca en alguna parte del bosque, donde Malorie (Sandra Bullock) se dirige a dos pequeñines a punto de embarcarse en un recorrido por el río, bastante peligroso. Los tres tienen los ojos vendados y las advertencias de la señora parecen más amenazas que una señal de cariño. El trío sube a un bote de remos y emprende el viaje hasta el cauce donde, supuestamente, los aguarda algún tipo de refugio.
La historia, entonces, nos lleva cinco años atrás para mostrarnos cómo empezó todo este embrollo. Nadie sabe muy bien las causas, pero desde Europa, y más precisamente Rusia, se esparció una “epidemia” que obliga a las personas a hacerse daño y, en última instancia, quitarse la vida.
Malorie es una artista bastante ermitaña, encerrada en su propio mundo y su arte. Su hermana Jessica (Sarah Paulson) parece ser su único contacto con la sociedad, situación que debería cambiar con la llegada de su bebé, producto de una relación que ya terminó. Su futuro se pone más negro cuando la epidemia golpea los Estados Unidos esparciendo el caos a su alrededor, y obligándola a refugiarse en el hogar de un desconocido, Greg (BD Wong), hasta entender qué es lo que está pasando allá afuera.
Lo que sigue, es la típica paranoia de un grupo de individuos que deben hacer lo que sea para sobrevivir y, por supuesto, confiar entre ellos. Los días pasas, los suministros se agotan, y los extraños se arriman a la puerta en busca de un amparo.
Bier maneja la dinámica de la casa -sumemos a Trevante Rhodes, Jacki Weaver, Rosa Salazar, Danielle Macdonald, Lil Rel Howery, Machine Gun Kelly, Tom Hollander y John Malkovich-, y la intercala con la travesía por el río cinco años después. La idea es averiguar cómo Malorie llegó tan sola a esta instancia, y qué fue ocurriendo con sus compañeros de apocalipsis.
“Bird Box” no nos cuenta quienes son los causantes de este fenómeno, ni de dónde salieron. Pero sabemos que se trata de algún tipo de ente sobrenatural que, al hacer contacto visual, obliga a los humanos a revivir ciertos momentos que los empujan al suicidio. De ahí las vendas y de andar por el mundo casi ciegos, pero la cosa viene con truco, ya que hay individuos “inmunes” a este poder, aunque son aún más peligrosos. Así la amenaza es doble, de ahí que el grupete de sobrevivientes aprenda a no confiar en nadie más allá de las paredes de su refugio.
Las situaciones son bastante comunes, los momentos de verdadera tensión, escasos, y pocos personajes pasan el tiempo suficiente en la pantalla como para que nos preocupemos o encariñemos con ellos. Y sí, claro que hay bajas, muchas de ellas, respondiendo a los clichés más gastados del género.
En un año que nos dio “Un Lugar en Silencio” (A Quiet Place, 2018) y “Cargo” (2017) -historias con muchos puntos de contacto con la de Bier-, “Bird Box” no tiene nada nuevo para ofrecer, y ni siquiera se molesta en atraernos utilizando las herramientas audiovisuales que tiene a su alcance. En cambio, quiere conmovernos con la experiencia personal de Malorie, pero a pesar de que Bullock le pone toda la onda, esto nunca sucede a lo largo de dos horas de película, un tanto interminables.
La película de Netflix podría ser más concisa y aprovechar sus momentos de tensión y paranoia. No nos molesta no conocer las causas de esta debacle, pero sí que no se le dé el debido desarrollo, o el poco suspenso y emoción de una historia que ya vimos infinidad de veces.