ANÁLISIS | Battle Angel: La última guerrera

La adaptación de “Gunnm” (o “Battle Angel Alita”), el manga de Yukito Kishiro, viene dando vueltas desde hace más de quince años cuando James Cameron se “comprometió” a llevarlo a la pantalla grande. Demasiado ocupado en las eternas secuelas de “Avatar” (2009), el proyecto cayó en el limbo cinematográfico hasta que Robert Rodriguez tomó la posta detrás de las cámaras, siempre con la producción de Jaimito y un guión pergeñado entre ellos dos más la colaboración de Laeta Kalogridis (“Altered Carbon”). Con tanto currículum y ciencia ficción sobre esos hombros, uno querría creer que “Battle Angel: La Última Guerrera” (Alita: Battle Angel, 2019) es lo mejor que le va a pasar al género en muchísimo tiempo, pero como muchos blockbusters actuales, la historia de esta joven cyborg se pierde en la espectacularidad de los efectos especiales y poco hace por la trama y sus personajes.

Estamos en el año 2563, la Tierra quedó devastada después de una guerra catastrófica contra los marcianos y, como suele suceder, los pobres se quedaron a vivir entre la miseria y la chatarra, y los ricos se mudaron a la única ciudad flotante que quedó en pie, conocida como Zalem. Rebuscando entre la basura que se esparce a lo largo y ancho de Iron City, el doctor Dyson Ido (Christoph Waltz) descubre los retos de una joven cyborg cuyo cerebro humano todavía está intacto, al igual que su corazón.

Este experto en arreglar todo tipo de robots o humanos con partes metálicas, está dispuesto a darle una nueva oportunidad y el cuerpo artificial de su hija ya fallecida. Alita (Rosa Salazar), como decide llamarla, no recuerda absolutamente nada de su pasado, pero poco a poco irá recopilando flashes de lo que fue, y de muchas habilidades que no son tan comunes entre los de su especie.

Todo es nuevo para esta jovencita que pronto se hace amiga de Hugo (Keean Johnson), adolescente recolector de chatarra que sueña con mudarse a Zalem y cree poder conseguirlo juntando los puntos necesarios trabajando para Chiren (Jennifer Connelly) y Vector (Mahershala Ali), promotores de Motorball, deporte ultra popular donde los cyborgs compiten en una carrera a muerte. Como es de esperar, Alita queda fascinada con Hugo y esta forma de entretenimiento, pero también con las actividades extracurriculares de su padre adoptivo, convertido en Hunter-Warrior, cazando criminales para que las calles de Iron City sean un poquito más seguras.

Tras un encontronazo con Grewishka (Jackie Earle Haley), un criminal súper fiero que no se va a dejar atrapar tan fácilmente, Alita desea seguir los pasos de Ido y convertirse en cazadora, sin saber que está alentando la curiosidad y las malas intenciones de Nova, científico de Zalem que puede traspasar su consciencia a otros individuos para tomar el control de sus cuerpos.

A partir de ahí, “Battle Angel: La Última Guerrera” se convierte en un menjunje de historias que más de una vez se van a encontrar con un callejón sin salida o, peor aún, sin un desenlace porque Cameron y Rodriguez planean hacer de esta una saga cinematográfica, cometiendo un error garrafal: dejarnos un final bastante abierto.

Alma de guerrera

Mientras Alita descubre sus habilidades de combate, como así también su verdadera procedencia, su humanidad incipiente la llevan a enamorarse de Hugo y hacer lo que sea para ayudarlo a cumplir sus deseos de mudarse a Zalem. Al mismo tiempo debe huir del vengativo Grewishka, o cazarlo, antes de que sea demasiado tarde.

Alita es el centro y lo mejor de esta aventura cyberpunk que toma demasiado prestado de antecesoras como “Blade Runner” (1982) y Rollerball (1975), o heroínas young adult más recientes como Katniss Everdeen o Beatrice Prior. Este es el público que quieren conquistar los realizadores: jovencitos con ganas de franquicias interminables ambientadas en futuros desesperanzadores. Pero a diferencia de “Los Juegos del Hambre” o “La Saga Divergente”, Alita se concentra mucho más en su romance adolescente, que en convertirse en la figura salvadora que puede liberar a Iron City del yugo de Nova y los ricachones de Zalem.

Sí, claro, este es su destino, pero “Battle Angel” es apenas el capítulo introductorio, una película que falla a la hora de crear un relato completo y sólo juega con las diferentes tramas y la única intención de crear el interés suficiente para engancharnos con una o varias secuelas. Un truquito barato, adornado con buenos efectos especiales (aunque las facciones en CGI lo invadan todo), muchos enfrentamientos, violencia y cuerpos mecánicos desmembrados (y eso que es apta para mayores de 13 años), y la banda sonora de Junkie XL, a esta altura, encargado de todas las aventuras post-apocalípticas que se le crucen por el camino. El pobre se convirtió en un cliché.

¿Muchacha ojos de papel?

A Rodriguez se le va de las manos el temita de la “occidentalización” de la historia original, y a pesar de que Iron City se nos presenta como una ciudad multicultural, su película falla bastante a la hora de la diversidad; ni hablar que convierte al afroamericano protagonistas en el villano de turno como mero capricho del guión… o pura coincidencia.

En resumen, “Battle Angel: La Última Guerrera” entretiene hasta ahí porque sus dos horas de metraje no nos dan los frutos narrativos necesarios. Lo invade todo con su aspecto visual poco innovador y sus criaturas, y a pesar de tener en su protagonista la mejor herramienta, no llega a aprovecharla al 100%.  Igual, necesitamos más Alitas en la pantalla.