ANÁLISIS | Aladdín

Por suerte, Ritchie deja que el peso de la historia se pose en sus jóvenes protagonistas, Mena Massoud y Naomi Scott, la rata callejera de Agrabah que aspira a ser algo más que un simple ladronzuelo, y la hija del sultán, una prisionera en su propio palacio, quien quiere esquivar matrimonios por conveniencia y tomar el control de sus propias decisiones. Aladdín y Jasmin se cruzan por primera vez en el bazar y este encuentro va a cambiar sus vidas, aún más, cuando el muchachito se encuentre con la lámpara mágica y un Genio que le puede conceder tres deseos.       

Claro que la historia tiene un villano, y otro desacierto en la figura de Marwan Kenzari como Jafar, el visir del sultán que sólo quiere crear discordia entre el reino y sus países vecinos, además de quedarse con el poder. Para ello necesita un ‘diamante en bruto’ capaz de atravesar la cueva de las maravillas y hacerse con la lámpara, un tiro que, obviamente, le termina saliendo por la culata. Kenzari nunca convence con su maldad y megalomanía, y se convierte en uno de los tantos arquetipos deslucidos que tiene la película.

Incomprensible la incorporación de Billy Magnussen como el príncipe Achmed, un rubio tonto y exagerado que viene a pedir la mano de la princesa; o Nasim Pedrad como Dalia, la doncella de Jasmin que, a diferencia de su ama, sólo quiere enamorarse y tener hijitos. O sea, la función de compañera (algo que la protagonista no tiene en la versión animada) sólo sirve para reforzar los mismos anhelos femenino de los que quiere escapar la princesa. ¿Nos ponemos de acuerdo Disney? ¿Nos empoderamos o no? Un tema que la compañía del ratón viene trabajando película a película, pero nunca se anima a dar el verdadero volantazo.   

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Cuidado con lo que deseas

Dejando estos ‘detalles’ de lado y lo mal que luce Smith en versión genio azulado (de los perores efectos que van a ver en pantalla), ‘Aladdín’ sigue ofreciendo la misma y simpática historia de amor y superación que el clásico animado, una gran recreación de ‘A Whole New World’, y la frescura y buena química de sus protagonistas. Abu y la Alfombra se suman a la magia, pero no todos los números musicales dan en el clavo (de ahí la poca experiencia de Guy en estas cuestiones) como sí ocurría en ‘La Bella y la Bestia’ (Beauty and the Beast, 2017). Agrabah y el resto de los escenarios lucen tan teatrales como en la película de Bill Condon, pero el director no sabe aprovechar todas las posibilidades visuales que le da la historia. Así, ‘Aladdín’ se asemeja mucho más a una extraña versión de Bollywood, a sabiendas que la India NO tiene nada que ver con este relato árabe. *emoji de hombritos levantados.

Tanta crítica puede sonar a desastre, pero el conjunto es mínimamente positivo, porque a pesar de las fallas la aventura se disfruta, Will tiene la posibilidad de aportar lo suyo aunque nunca brilla como Williams, y visualmente tiene grandes momentos que remiten a la película animada, sobre todo cuando Mena y Naomi están en escena. Pulgar para abajo para el villano y sus motivaciones de manual, algunos personajes que no aportan nada y la poca experiencia de Ritchie para el musical.

‘Aladdín’ nos da la excusa perfecta para hablar de la necesidad de estas remakes en live action y darnos cuenta de que no siempre funcionan, porque la naturaleza de ambos medios no es tan compatible como parece a simple vista. Tal vez, podrían repensar estas historias (algo parecido a lo ocurrido con ‘Maléfica’), en vez de intentar copiar escena por escena en función de la nostalgia que tanto dicta los gustos del esta segunda década del siglo XXI.

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