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31 años después, admitamos que Altered Beast es una mentira

De chico amaba Altered Beast. Y aunque hoy muchos no quieran admitirlo, sé que no estoy solo. El juego empezaba con el impactante comando —aunque sumamente distorsionado— “Raise from your grave”, directamente de Zeus, al enviar a dos centuriones resucitados a rescatar a su hija Athena de las garras de Neff, el hechicero. Es un excelente inicio, casi irresistible. Y es muy copado. Los héroes se levantan de la tumba y de la nada empiezan a repartir tortazos a todo tipo de nefastas criaturas, pero ojo, porque aún hay más. Poco después descubrí que había una habilidad para transformarse en un animal, el doble de poderoso, y mi infantil cerebro estalló.

El diseño de los bosses era considerado perezoso, inclusive en la época.

Un día como hoy de 1988, Sega lanzó en arcades, Altered Beast con un excelente recibimiento. Después de todo, era un juego muy llamativo gráfica y mecánicamente, y aunque había muchos beat ‘em up, ninguno con ese estilo. Pero donde la gran mayoría conoce y jugó este título fue en la Sega Genesis, y esa versión del juego era atroz. No es que la de arcade fuera mucho mejor, pero la versión de consolas de hogar de Altered Beast parecía retener sólo los peores aspectos del juego. Y como durante esos primeros años de la consola era uno de los pocos juegos disponibles en el catálogo, terminó vendiendo una tonelada de copias, y peor aún, se convirtió equivocadamente en un clásico.

¡Pero no es culpa nuestra! Nos dejamos llevar por gráficos coloridos, chips de sonidos prehistóricos, y la mecánica principal de Altered Beast, que para esa época era bastante impresionante. A medida que los Centuriones avanzan en el nivel, van recolectando orbes que como la mejor papota, le hinchaban los músculos y le estaballan las ropas. Y eventualmente se transformaban en algún tipo de bestia, muchísimo más poderosa que su versión humana original. Encima, el juego hacía un close-up en los rostros de los personajes, en medio de la transformación, lo que le sumaba a lo épico.

Altered Beast era objetivamente un mal juego, pero eso no evitó que se transformara en un clásico.

En su momento éramos demasiado inocentes para hacer el simple cálculo, pero al final resultó ser que esta novedosa “mecánica” era una solución rápida para de alguna manera rodear la terrible dificultad del juego. Por más difícil que fuera el nivel, en el momento que estos hombres fornidos se transforman en lobo, oso, tigre o dragón, el juego se volvía mucho más accesible. Y no decimos fácil, porque Altered Beast nunca es fácil. Siempre es insoportablemente difícil. Porque cuando no son los enemigos y sus erráticos movimientos, es la velocidad a la que se mueven los personajes, o lo duros que son, o el poco alcance que tienen, ¡o que son inmensos en la pantalla, haciendo imposible cualquier tipo de maniobra evasiva! Las razones para odiar Altered Beast, sobran.

Y aunque el juego parezca tan serio y melodramático, a medida que pasan los niveles, nos damos cuenta que en realidad el juego era un chiste hasta para ellos. Solo hace falta ver la cara de los personajes cuando se transforman en oso, o las animaciones de esos mismos osos al correr o agacharse. Hay en esos diseños una nota de humor, que en los niveles anteriores no era tan evidente. Si nada de eso convence, entonces cualquiera que lo haya terminado, puede ver después de tanto sufrimiento, a cada uno de los personajes (buenos o malos) brindando con un vaso en la mano por un trabajo bien hecho. ¡Felicitaciones! ¡Fuimos engañados!

Altered Beast era una trampa cuidadosamente diseñada. Primero para que los niños entreguen todas sus moneditas en los arcade, pero poco después la trampa llegó a todos los hogares, y siguió haciendo de las suyas, engañando jovencitos que creían estar pasándola bien, pero en verdad eran miserables. Hizo falta que pase mucho tiempo, para que poco a poco nos diéramos cuenta de la verdad. Altered Beast no era un buen juego. Ni siquiera era divertido. Tenía muchos aspectos llamativos, pero no llamaríamos a ninguno de esos buenos.