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2020 en gaming: los grandes escándalos y controversias del año

2020 para quedar en el ojo de tantas tormentas.

Desde un video apoyando el movimiento Black Lives Matter que no incluía creadores de contenido afrodescendientes hasta el misterioso baneo del conocido streamer Dr. Disrespect que nunca fue explicado, pasando por el ardid de la Armada de los Estados Unidos, que prometía premios en links que en realidad dirigían a páginas de reclutamiento.

Pero nada supera los baneos asociados al DMCA (Digital Millenium Copyright Act), que vienen afectando a los streamers desde hace meses sin que Twitch haga nada al respecto. Algunos recibieron strikes por los efectos de sonido de un juego, y tres strikes implican un ban permanente en la plataforma. El mayor problema es que los strike no solo aplican a las transmisiones sino también a los videos alojados en la plataforma, por lo que algunos creadores de contenido se vieron obligados a borrar años de videos archivados. Un desastre.

Google Stadia contra el streaming

Como si Stadia no tuviera suficientes problemas siendo una plataforma condenada al fracaso, durante este 2020 además tuvo que lidiar con un poco de fuego amigo proveniente del director creativo de uno de sus estudios.

Cuando comenzó el escándalo de los baneos asociados con el DMCA en Twitch, muchos creadores de contenidos temían que algo similar pudiera suceder en Stadia, dado que la plataforma promete un sistema de transmisión directa en Google, famosa por su recelo.

En medio de la discusión Alex Hutchinson, el fundador de Typhoon Studios (The Outer Worlds) y flamante director creativo del estudio Montreal, no tuvo mejor idea que decir que los jugadores deberían estar más preocupados por los juegos que transmiten y sin pagar.

‘La verdad es que los streamers deberían pagar a los desarrolladores y distribuidores de los juegos que transmiten’, escribió en Twitter. ‘Debería comprar una licencia como cualquier negocio real y pagar por el contenido que usan’.

De más está decir que la comunidad toda le cayó encima y hasta Google se despegó de esa huevada, diciendo que los tuits de Hutchinson no reflejan las opciones de Stadia, YouTube o Google. Horas después la bio de Twitter del ejecutivo se actualizó con el mensaje ‘mis opiniones son personales’.

Halo Infinite y la revuelta en 343 Industries

Queda claro que si algo ha manchado el exitoso lanzamiento de Xbox Series X y Xbox Series S fue el escándalo que giró alrededor de Halo Infinite y, en particular, el estudio 343 Industries.

Después de mucha anticipación Halo Infinite se mostró por primera vez en julio de este año, durante una de las Xbox Games Showcase, y los fanáticos convirtieron la corta secuencia en un meme casi infinito. En medio de la tormenta, 343 Industries emitió un comunicado explicando que el video usaba una vieja versión del juego y citó complicaciones en el desarrollo por el coronavirus, prometiendo una serie de mejoras gráficas.

Sin embargo algunas semanas después el estudio anunció que el juego, planeado como un título de lanzamiento de las nuevas consolas, finalmente no saldría este año, y a partir de entonces surgieron diferentes reportes de diferencias en el equipo, de la cancelación de la versión de Xbox One del juego, y comenzó un desfile de partidas y arribos para agarrar la papa caliente en la que se ha convertido Halo.

Lo último que escuchamos de Halo Infinite es que recién va a llegar en nuestra primavera de 2021 con suerte, completando un retraso de un año. Mientras que el juego esté bueno, bienvenido sea, pero ¿qué iban a lanzar este año entonces?

El lanzamiento de las nuevas consolas

Aunque muchos analistas anticipan un primer año duro para las nuevas consolas, la industria del gaming fue una de las más beneficiadas por la pandemia y PlayStation 5 y Xbox Series X no fueron ajenas al fenómeno.

Por desgracia, aunque se vendieron millones de unidades alrededor del mundo, miles de potenciales compradores se quedaron con las ganas no solo por la falta de stock, sino también por la impericia de Microsoft y Sony al momento de crear un sistema de reservas efectivo y, en particular, por culpa de los revendedores.

Decenas de bots se aseguraron miles de consolas en cuestión de inmediato para luego ofrecerlas en portales de venta como eBay con sobreprecios de hasta el 300%, sin que ninguno de los actores involucrados pudiera hacer nada para evitarlo.

Incluso en las regiones en las que los bots no eran el problema Sony y Microsoft ofrecieron un stock extremadamente limitado. En nuestro país, donde comprar un aparato de 100 mil pesos es un lujo reservado a unos pocos, las miles de unidades que llegaron entre noviembre y diciembre se agotaron en cuestión de minutos, y no parece que el stock vaya a renovarse pronto.

La brecha salarial en Blizzard

Decir que Activision es una empresa horrible es ver sólo una parte del problema: Activision es la expresión máxima del sistema capitalista en el que vivimos, en el que la brecha salarial se amplía cada vez más y la distribución del ingreso es cada vez más regresiva.

Después de un año de ganancias récord la empresa comenzó el 2019 con el anuncio de la reducción del 8% en la fuerza de trabajo anticipando un año de transición que iba a afectar los ingresos. Sin embargo Bobby Kotick (por solo nombrar un ejecutivo de alto perfil) se llevó alrededor de 40 millones de dólares en bonificaciones durante 2019, en gran parte por el descomunal éxito de Call of Duty: Modern Warfare.

Y finalmente los empleados de Blizzard perdieron la paciencia e hicieron circular un documento, en el revelaban los salarios de los diferentes niveles del estudio y los aumentos asignados en el último año.

Según el documento la mayoría de ellos recibió un aumento de menos del 10% (y en ciertos casos un aumento de 50 centavos por hora), y muchos aseguraron que tenían problemas para llegar a fin de mes o salteaban comidas aprovechando el café gratuito aunque las ganancias de la compañía aumentaban año a año.

La puja salarial continuará hasta que finalmente la industria se sindicalice.

The Last of Us Part 2 y los gamers perturbaditos

The Last of Us Part 2 fue, sin dudas, el juego más polarizador del año. Un título amado y rechazado en partes iguales, que incluso se metió en nuestra lista de las mayores decepciones del año.

Pero como por desgracia se ha vuelto una costumbre, parte de la comunidad sacó a la luz el costado más oscuro del gaming, aquel responsable del movimiento Gamergate hace algunos años, y el mismo que continúa alimentando discursos de odio en redes sociales y cuantos foros les permitan expresarse.

No ayudó a este grupo de nefastos que uno de los personajes no respondiera a la heteronormatividad, algo que los perturbados de siempre sienten como un ataque de una oleada progresista a sus valores, como si las diversidades no tuviera que tener espacio o representatividad en los movimientos culturales.

Aún así se puede o no estar de acuerdo con las decisiones creativas de Neil Druckmann y su equipo, pero enviar amenazas de muerte a desarrolladores, actores de voz y partícipes del desarrollo es inaudito y un problema de tener que compartir comunidad con tremendos nazis, trogloditas y dinosaurios parece no tener solución en el corto plazo.

Guerras de billetes: Epic vs. Apple

Desde el lanzamiento de la tienda de Epic Games Tim Sweeney se autopercibe el salvador del gaming mundial, y cada tanto utiliza su poder para empujar la industria en la dirección que considera correcta.

Hace unos años Epic Games habilitó ‘accidentalmente’ el cross-play en Fortnite para presionar a Sony, que se negaba a sumar a PlayStation al resto de las plataformas, y la jugada eventualmente le salió bien.

Pero la empresa quiso hacer lo mismo con Apple introduciendo un sistema de pago propio para saltar la comisión del 30% en Fortnite, y a Tim Cook y los suyos no les gustó nada. Ese mismo día Fortnite fue dado de baja de la tienda de iTunes para nunca más volver, dejando a millones de usuarios colgados de la palmera y con su inversión en el juego sin destino.

A Apple le cayó tan mal que eventualmente buscó quitarle el permiso de desarrollador a la empresa, lo que afectaría la utilización del Unreal Engine, algo que la justicia impidió. Ahora nos espera un largo juicio durante 2021 en el que dos gigantes intentarán convencer a millones de usuarios que todo lo que hacen es para cuidar sus intereses.

Las mentiras de CD Projekt RED

Aunque los fundamentalistas de CD Projekt RED lloren y pataleen, el lanzamiento de Cyberpunk 2077 fue y continúa siendo uno de los escándalos más grandes de los últimos años.

Después de casi una década de desarrollo y tres retrasos en el último año que significaron meses de explotación para los empleados, el juego llegó plagado de bugs y con versiones de consola injugables en la mayoría de los casos.

Resulta llamativo que tantos fundamentalistas digan que a ellos el juego les ‘funciona bien’ cuando el propio estudio admitió que ocultó de manera intencional las versiones de PlayStation 4 y Xbox One ya que no cumplían con los estándares de calidad mínimos que se espera de un lanzamiento de esa envergadura.

Ni hablar de las idas y vueltas con las prometidas devoluciones del dinero para quienes así lo quisieran. CD Projekt Red tomó la decisión de forma unilateral sin consultar con los fabricantes de consolas, que negaban los reembolsos porque los jugadores no cumplían con las condiciones de sus políticas.

Finalmente Sony decidió dar de baja el juego y devolver la plata a quien lo quisiera, y siguieron el ejemplo tanto Microsoft (que continúa ofreciéndolo en la tienda) y cadenas como Gamestop.

Hoy CD Projekt enfrenta posibles demandas de sus accionistas por engaño, los reclamos de los explotados trabajadores y una crisis de imagen, que sólo se compensan por las 13 millones de unidades vendidas desde el lanzamiento de Cyberpunk 2077.

La cultura machista de Ubisoft

No hay desastre que haya hecho CD Projekt que pueda eclipsar la catástrofe que ha sido Ubisoft durante este año. Sólo durante este 2020 la empresa tuvo que responder a acusaciones de una cultura de abuso sistemático, al machismo de sus líderes y a escándalos por el uso de imágenes vinculadas con el movimiento Black Lives Matter.

Lo que comenzó como el escándalo alrededor de Ashraf Ismail, el director de Assassin’s Creed Origin, destapó una olla que reveló una cultura sistemática de abuso y acoso sexual dentro de Ubisoft, que involucraba prominentes figuras, que llegaban hasta Maxime Béland, el vice presidente de la compañía.

Durante casi dos meses varios ejecutivos presentaron la renuncia, incluido Serge Hascoet, el hombre a cargo del equipo creativo general de Ubisoft y responsable de las decisiones a gran escala de las franquicias más populares de la empresa.

Según declaraciones internas el propio Hascoet estaba convencido que ‘las mujeres no venden’, y por eso ningún juego de la saga Assassin’s Creed contaba con una protagonista exclusivamente femenina, aún cuando (como sucedió con Odyssey) el equipo hubiera planeado la aventura con una asesina al frente.

Recién en septiembre el CEO de la empresa, Yves Guillemot, respondió al escándalo diciendo que, aunque varios de los involucrados eran ejecutivos cercanos a él, no sabía nada y se sentía traicionado por sus comportamientos. Por eso prometió que convertiría el cambio de cultura y el funcionamiento del departamento de recursos humanos de la empresa en una cruzada personal.